Filosofando con Nueva Otura

Como de todas partes me llegan llamamientos urgentes y toques de generala ante una situación que califican entre desesperada y crítica (o ambas cosas) y quizás tengan razón, rompo, por esta vez, mi promesa de no incurrir, más de una vez por semana, en asuntos relativos a la malhadada “putada del agua”. Digo que, en efecto, tenemos un presidente que es él mismo un problema y no de los menores: un escapista, sigiloso, ondulante y descolorido, en un momento en que semejante hombre  debiera ser una referencia clara, una inteligencia transmisora y una voz fuerte.

Y ya cuento con que decir Nueva Otura significa muy poco, sólo otro huerto a expoliar por el capital financiero. Tampoco Otura tiene un significado más nítido. Se ha escindido en dos bloques que se mi­ran con enemistad y recelo ­mu­tuos: el de quienes quieren dar gratis y el de quienes esperan cobrar algo por lo suyo para que expiemos no se qué pecados, seguro piensan que habremos cometido unos cuantos.

Así que, primero, otro presidente y, si es posible, una junta rectora de conformidad entre todos para salvar los muebles, negociar (lo que se pueda) con Emasagra e ir, más pronto que tarde, a otras elecciones que, mediante la asamblea solicitada, tal como están las cosas, debieran de dar origen a una Junta Rectora de carácter de consenso. Y entre una cosa y otra, auditoria para los  presuntos chorizos..... Si no hay auditoria ahora, puede haber denuncia más tarde. Nunca vi al personal tan cabreado, aviso. Y que nadie se consuele pensando que somos demasiado grandes para caer y que Nueva Otura no pueda elegir otra cosa que el suicidio: en sólo treinta años el Ayuntamiento lo intentó dos veces y puede que a la tercera lo consiga.

Lo que sea, salvo seguir viendo có­mo Gumersindo pone esa cara de director de casino que no sabe có­mo reparar el trucaje de la ruleta que permite que siempre gane la banca, y teme perder su puesto. O al segundo, Mr. Table, proclamar que los tres o cuatro que quedan están actuando como les sale de los coj... Esa concluyente afirmación ya la conocemos: locuelo, si tú estabas casado con ellos y seguro que te has amorrado al pilón a menudo, pero, por favor, no entres en detalles, lamentablemente ya os conocemos. A los que no conocemos en su faceta destructora y de cabeza de avestruz bajo tierra es a los dimisionarios, a esos si que hay que temerles en cualquiera de sus actuaciones, pues como alguien dijo, “ROMA NO PAGA TRAIDORES”.  Han sido traidores consigo mismo, con la actual Junta Rectora y por supuesto con todos los vecinos de Nueva Otura, sean antiguos firmantes o nuevos firmantes de las distintas posturas establecidas por desgracia en nuestra urbanización.